sábado, 19 de abril de 2008

PAPER BAG

A Paco

-Pareces una muñeca - dijo sonriendo.

Fue su primera frase al despertarme. Abrí los ojos y lo miré con su pelo oscuro, algo enredado cayendo sobre su rostro.

Estaba acostada en un cajón de cama bajo la suya, la situación era extraña; después de todo, no es una costumbre de personas que se gustan, dormir, luego de una noche de alcohol, en camas separadas sin haber tocado más que sus manos. Una muñeca pensó ella. Una muñeca con los ojos abiertos, rebobinando el cassette de la noche anterior para hilar las ideas. Volvió a taparse con la cobija de cuadros, soltando una carcajada sutil bajo su techo de algodón. Sintió su cuerpo al descender, al lado de ella, protegida por los cuadros escoceses que años atrás hubiera tejido la abuela de él. Forcejeaba un cupo bajo su techo, mientras ella reía y se negaba a dejarlo pasar. Por fin cedió, sus ojos se encontraron, bien abiertos, sin saber que decir. Poseídos por la ternura inmensa de haberse encontrado.

- ¿Y dónde estamos? – preguntó ella.

En la pared, un corcho mostraba algunas imágenes de Barcelona, una postal de Dalí y una foto de un chico de 6 años. Al lado, un anaquel dejaba ver algunos libros de literatura latinoamericana, Julio Cortázar, García Márquez, Bioy Casares, Adriano González León, Garmendia, Quiroga. Un closet de madera pintado de blanco y una puerta cerrada.

- En mi casa – respondió él.

La ayudó a colocarse sus medias de colores y a amarrarse sus zapatos de goma, en una atmósfera de sonrisas, mientras ella, tiernamente, acomodaba su pelo, el de él. Al salir de la habitación se toparon de frente con Evita.

Evita, como la llamaban en casa de Andrés, trabajaba para la familia desde hacía más de 30 años, había criado prácticamente a tres generaciones de los Martínez.

- Buenos días, ¿cómo amanecen los niños? –

Carlota estaba un poco apenada, no tenía todavía la confianza suficiente para ver a Eva tan temprano, además se sentía extraña, normalmente no se quedaba a dormir lejos de su casa, pero la noche anterior la ebriedad del lugar y el cansancio ajeno, lo hicieron inevitable, cosa que por lo demás, no le molestaba a ninguno de los dos.

Andrés y Carlota se conocieron en el primer año del colegio. Él estaba repitiendo el año, cosa que le había costado la bicicleta que el niño Jesús traería en navidad. El inicio del año escolar no fue tan malo, aparte de soportar las burlas de los que antes fueran sus compañeros, la maestra confiaba en que Andrés alejado de Daniel González a partir de ahora tendría una conducta correcta. Pero no fue alejarlo de Daniel lo que causó en él ese cambio. Cuatro días después de dar inicio al año escolar, la directora entró al salón acompañada de una pequeña niña pelirroja, que en su pelo llevaba dos colitas y unos lazos de color verde esmeralda. El único pupitre vacío era el que estaba al lado de Andrés, así que ella, la niña nueva se sentó junto a él. Al principio, Andrés asumió el papel propio de niño de su edad que trata mal a la niña que le gusta, siempre que podía le hacía una broma fea, le criticaba el cabello, las pecas, la forma de hablar, en fin podía burlarse de ella durante la jornada entera.

Carlota estaba desconcertada, primero sus padres ya no vivían juntos, después su madre había decidido mudarse de casa y cambiarla de colegio, y ahora como si no fuera suficiente, en su nuevo colegio el niño que tenía al lado de su pupitre le quitaba el borrador, le partía las puntas de los lápices y hacía extraños dibujos en sus cuadernos.

Un día Carlota encontró su cuaderno preferido despedazado en su pupitre. No tenía la menor duda: Andrés era el autor de aquel feroz y cruel crimen. Carlota lloró toda la mañana, pero nunca le dijo a la profesora la causa de su llanto. Andrés asumió esto como una lección de vida, jamás volvería a provocarle llantos a Carlota, ya que ella al igual que una superhéroe animada, era una valiente niña que jamás lo traicionaría.

Natalia, la madre de Andrés, todos los días dejaba en la lonchera de su hijo un emparedado envuelto en una bolsa de papel color marrón. Andrés diariamente, a partir del incidente del cuaderno, tomaba la bolsa de papel y le dibujaba ojos, nariz y boca, dándole vida y creando todos los días un personaje diferente para hacer reír a Carlota. A media mañana al regresar del recreo, Carlota esperaba ansiosa abrir su pupitre y encontrar un nuevo amiguito o amiguita; Andrés siempre les ponía un nombre en la parte de atrás. Pocholo, Monchito, Chachita, Panfrita, eran algunos de los amigos que ahora tenían en común los dos pequeños, por supuesto a escondidas de los demás miembros del salón.

Carlota y su madre todas las mañanas en el automóvil camino al colegio practicaban el inglés: yellow amarillo, red rojo, house casa, dog perro, cat gato.

- Mamá – preguntó Carlota una mañana - ¿Cómo se dice bolsa de papel?-

La madre que ya conocía la causa de la extraña colección de bolsitas de papel que su hija traía a casa todos los días, no se sorprendió y respondió: - Paper Bag –.

Al llegar al colegio Carlota le contó a Andrés su descubrimiento, de ahora en adelante les llamarían peiperbags a sus amigos inventados diariamente, y sólo ellos sabrían lo que eso significaba. Ese fue el inicio de la complicidad entre ellos y la causa de la excelente disciplina de Andrés, y también de las burlas de los niñitos del salón que les gritaban cosas por estar enamorados.

- El desayuno está servido en la cocina, vayan antes de que se enfríe.– les dijo Eva.

Se sentaron a desayunar y en cada encuentro visual Andrés repetía : -Eres la niña más linda del mundo- .

Carlota avergonzada y con picardía respondía: - Cállate peiperbag - .

Después de desayunar se sentaron frente a la televisión, les encantaba acostarse frente a la tele y ver cualquier cosa que los hiciera reír.

Los momentos en que podían estar juntos eran felices. Para Carlota si Andrés estaba, todo se llenaba de felicidad. Él lo sabía, siempre que Carlota llegaba nostálgica o pensativa se ingeniaba alguna forma de sacarla de ese estado.

Carlota era una persona depresiva, su entorno familiar no ayudaba mucho, la situación por la que atravesaba le pesaba más de la cuenta, aunque siempre intentaba poner una mueca de sonrisa en su rostro, él sabía bien cuando ella no estaba feliz; Andrés evitaba a toda costa que ella sucumbiera a la tristeza, se había convertido en su apoyo incondicional y ella para él se había convertido en la persona más importante de su vida. Le temía a las reacciones de ella, a veces se quedaba callada por largos ratos, era incapaz de hablar, no contaba lo que le sucedía, en ocasiones sólo le pedía que se quedara a su lado sin hablar y él en su profundo enamoramiento la obedecía. Andrés y Carlota tenían una comunicación especial, se entendían aún sin pronunciar palabra.

*

Carlota esperaba ansiosa en el banquito del parque cuando Andrés apareció, al sentarse sacó dos chocolates. Carlota lo miró enternecida. Durante un rato largo no hablaron.

- ¿Qué te pasa? – Preguntó él

- Nada – Dijo Carlota evitando su mirada. - Mi papá otra vez, anoche mi mamá estuvo muy mal -

Siempre que se ponía así era a causa de su padre, normalmente se debía a las apariciones y desapariciones del señor en cuestión. A veces se presentaba sin anunciar, lo cual causaba una profunda alegría en ella, en cambio otras veces decía que vendría a visitarla y no aparecía, ni llamaba para avisar.

Caminaban tomados de la mano por el parque, se detuvieron frente a los columpios, ella se sentó y mientras él la impulsaba le preguntó:

- ¿Y cuántos hijos quieres que tengamos? –

- No sé, tal vez 3 o 5, los que tú quieras Andru – Carlota mostraba una sonrisa inmensa, cada vez que él hablaba del futuro, ella podía imaginarse cómo serían, podía dibujar perfectamente un futuro al lado de su amor.

*

- Estoy haciéndote algo delicioso para cenar, espero que no tardes mucho – Carlota colgó el teléfono y continuó preparando la deliciosa cena que tenía para celebrar el aniversario.

Minutos después apareció Andrés por la puerta de la casa, llevaba las llaves del auto en sus manos, unas hermosas astromelias y estaba aparentemente agotado. Se saludaron románticamente.

- El tráfico está insoportable – Aseguró él.

- Ni me lo digas, cuando fui al mercado me tardé como tres horas, y bueno por supuesto todo esta carísimo, no sé qué vamos a hacer con esta inflasón

- Lo importante es que ya llegué a casa, ¿qué hiciste de comer? –

- Ya vas a ver, pero antes tómate un té para que te relajes– le dijo Carlota al tiempo que le pasaba una tacita a Andrés.

*

- Es sólo un mes – dijo Carlota

- Pero un mes es muchísimo –

- Es importante para mi mamá, tenemos que hacer muchas cosas –

- Pero, mi mamá dijo que te puedes quedar en mi casa mientras tanto –

- Andrés, mi mamá no puede ir sola, yo tengo que ir con ella –

- Bueno pero al menos un teléfono, algo para ubicarte –

- Cuando llegue allá te aviso, pero no creo que podamos comunicarnos, no te pongas triste, en un mes ya estaré aquí, además son vacaciones, seguro ni tendrás tiempo de pensar en mí, imagínate todo lo que estarás haciendo. -

Andrés bajó su cabeza con un gesto de resignación.

- Te quiero –

- Yo también peiperbag -

Carlota y Andrés se abrazaron profundamente por un largo rato. La madre de Carlota esperaba afuera en el auto.

Andrés observó como el hermoso cabello rojo flotaba sobre la calle antes de subir al auto.

Carlota lo miraba desde la ventana del carro, sonriéndole. Él hizo un gesto gracioso para decir adiós. Carlota soltó una hermosa sonrisa y el carro arrancó.

*

Un mes después Andrés regresó a su rutina, empezaba la segunda etapa del 1er año de su primaria, y el corazón le latía fuertemente. Entró a su salón y se sentó en el viejo pupitre de siempre, los compañeros entraron y uno a uno cada quien fue ocupando su lugar. La maestra entró, pasó la primera hora de clase y Andrés seguía mirando la puerta del salón, esperando la entrada de su pelirroja amada, en el receso Andrés se acercó a su profesora.

- ¿Y Carlota? –

- ¡Ay! Andrés. Yo pensé que tú sabías. Carlota y su mamá se mudaron de país, su padre volvió con ellas pero en su empleo lo trasladaron a Colombia –

Andrés se sentó en su pupitre, recordó los juegos que tenían, un abismo se abrió en su mente y sus sueños se desplomaron en él, era su primer amor, la primera ilusión rota, el primer paso a otra realidad.

Abrió su lonchera y miró profundamente la bolsa de papel.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Como Clarice Linspector, leído el cuento de la pelirroja?. Te mando el link a través del mnemosine. Besos.
AD.

Pablo De La Cruz dijo...

Hola cronicuentera, que placer me dio saber que eso de los nombres no los inventa nadie sino son como asignados por algo cosmico, me gustan tus cronicuentos, lo mas increible es que hacemos lo mismo sin siquiera conocernos.....recorcholis!!!

Pablo

Caro Clack dijo...

Oh si pero no puedo acceder a tu perfil cronipablo!!!